... todo está bien, todo pasará. 

El mundo se acaba. La florecita silvestre está apenada, triste y compungida pero no por el fin de todo, sino tras leer una carta de amor de su cuñado a su difunta mujer y que supuestamente creía era para ella, por obra y gracia del inocente y bonachón Sátur, artífice de la misiva en un intento de que su amo no se vaya de este mundo sin decir lo que siente. Sube al tejado para estar a solas consigo misma, y de repente aparece el Águila. No hay consuelo mayor que sentirse escuchada y comprendida; cual vil paño de lágrimas y necesitada de un hombro donde llorar, culminando la tristeza plena con un tímido beso. Así "le entra" el pajarraco a su cuñada, confundida ella con sus sentimientos hacia Gonzalo y Juan, y confundido él también ¿O no? Porque a veces confieso que sigue teniendo en mente a su difunta esposa Cristina, no se arranca de una vez y esto hace que las cosas en casa de Gonzalo, como las de palacio, vayan despacio, muy despacio, a paso de tortuga. 

Nada que ver a la velocidad con la que "vuela" y se mueve cuando va de héroe. En casa será héroe de Alonso, hijo orgulloso de su progenitor, y respetado amo y señor por su leal postillón, pero en temas del corazón con su cuñada más que sangre en sus venas corre horchata. Y en cantidad. Al menos la flor intuye algo en ese beso tierno, esos labios ¡¡ainss!! me creo que ya los besé una vez debe pensar. Corre rapido a cerciorarse de que el Águila es quien de verdad duerme en su "nido", bajo el mismo techo que se rige sobre su cabeza, y ¡zas!, es su cuñado quien está en brazos de Morfeo. Pero tenías que haber sido más avispada mujer y tirarle de la manta porque como con los huevos Kinder, debajo hay una dulce sorpresa. Un toque de labios, un beso único y especial ... fusión de sentimientos. ¿Hacen falta palabras para que estos afloren? Con Gonzalo y Margarita no.

Cierra los ojos y escúchame ... 

Escena del capítulo 5 de la temporada 3.
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Cortesía de RTVE.